martes, 23 de septiembre de 2014

La rubia de la calle bizarro.

No muy alta, pero tampoco paticorta. Con porte alazano y muslos cautivadores dignos de su sangre extremeña.
Camina no muy femenina, pero sí lo es su vestimenta. Ama las faldas y los shorts. Y por un lado o por otro siempre destila cierto toque pin-up.
Su pelo es rubio, y su mirada, desarma a la gente. La saludan en todos los bares donde sólo hombres de dudosa categoría que se llamen "Paco", "Manolo" o "Casto" pueden entrar.

Sus ojos azules y su piel blanquita le dan ese porte ario que tanto habría gustado a determinado líder alemán.

Saluda siempre desde lejos, porque aunque lleva años en la ciudad, lo del pueblo no se pierde.

Desayuna cerveza a menudo. Con un sandwich mixto de ese antro tan querido de la calle pez, su favorito según dice. Y siempre tiene alguna historia con qué acompañarlo. Colecciona novios guapos. Y llora unas 11 veces a la semana.

Se enfada con mirarla, y se le pasa mirándola otra vez.

Ama el teatro. Ama la ciudad. Le gusta leer y las viñetas de Milo Manara. Montar en bici, preparar tappers, la pizza del mastropiero, controlarlo todo y acostarse pronto.

No la busques en la noche. Ella tiene que dormir.

Y para contradecir todo prejuicio basado en el color de su pelo, es ingeniera. Ni un pelo de tonta. Y regaña como las madres.

Por si fuera poco, escucha mejor que nadie.



Y esta noche, en mi hiriente soledad, te brindo con un chupito de cachaça. Por ti, rubia.

¡Que los bares nos encuentren pronto!


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