Uno muy bajito, que apenas da sombra para cobijarse.
Por delante sonríe, por detrás llora.
Y se quita los zapatos, de cuero y de cordón, de lágrimas y pan, y susurra todas esas canciones que nunca llegué a tocar.
Se escuchó el ruido de un avión, y el mundo entero se perdió. Y mi mirada se centró en su voz. Sabía qué iba a decir, y aunque lo dijera al revés, yo estaría sin dormir.
-¿Cómo estás tú?- preguntaba por segunda vez.
-Mejor- le dije. Había una mejor explicación, pero las palabras no surgieron en el viento.
Y poco a poco noté como las cosas se volvieron de plata, y la luz se apagó. Y nos miramos, breve a la vez que eternamente. Quería sonreír, quería llorar.
-Me toca tirar- susurré. -Ya sé lo que tengo que hacer-.
-¿El qué?-
-Conseguirme otro par de zapatos.
Y desapareció, y con él, la sombra del almendro.
Por delante sonríe, por detrás llora.
Y se quita los zapatos, de cuero y de cordón, de lágrimas y pan, y susurra todas esas canciones que nunca llegué a tocar.
Se escuchó el ruido de un avión, y el mundo entero se perdió. Y mi mirada se centró en su voz. Sabía qué iba a decir, y aunque lo dijera al revés, yo estaría sin dormir.
-¿Cómo estás tú?- preguntaba por segunda vez.
-Mejor- le dije. Había una mejor explicación, pero las palabras no surgieron en el viento.
Y poco a poco noté como las cosas se volvieron de plata, y la luz se apagó. Y nos miramos, breve a la vez que eternamente. Quería sonreír, quería llorar.
-Me toca tirar- susurré. -Ya sé lo que tengo que hacer-.
-¿El qué?-
-Conseguirme otro par de zapatos.
Y desapareció, y con él, la sombra del almendro.
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